SUSPIRO
LA ESTELA DE TU NOMBRE
con la suave brisa de un beso,
mientras,
entre las cicatrices del ayer
emerge un sabor en mi memoria.
Se perfila mi sonrisa entre tus labios
ciñendo la comisura de mi lengua
y un anhelo,
es, entonces, cuando retoña en mí
el hombre que había muerto
entre las prisas.
Amanece en mis pupilas el brillo de tus ojos
a caballo de los párpados del deseo
y la ternura,
me abrazo a la frontera de tu vientre
inhalando el aliento de tu cuerpo
junto al aura candente que te nombra.
Ya no hay miedo en el confín de mi locura…
Inédito
Francisco J. Picón
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