Solemne
en su pedestal de arrugas,
angostado y ajado,
semiderruído el orgullo
encriptado y ufano
en el atardecer de su edad,
indemne
a la insolencia del miedo
impaciente
por nacer cada mañana,
despìstado e inquieto,
desvestido de heridas
sabio e inocente,
entre sudores de envidia,
desvencijada la angustia,
huracanado el aliento
deforme
por el lastre del tiempo,
sucio y absurdo,
eterno profeta de la mentira
suburbano y rural,
receloso de la sílaba ausente,
desubicado indígena
de la patria del olvido
decadente,
diccionario de promesas,
pulido de pudores
en el ocaso del silencio
anciano,
sudoroso calendario
de fracasos y despistes,
exhumada su suerte
Desafiante,
su mirada perdida
hacia el surco del silencio,
permanece solemne...
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