Tañe el corazón
de
la noche
en
la inmensa afonía
del
día que se extingue,
sístoles,
diástoles…
tamborada
de anonimatos
y
luminosidades
difuminadas,
en
la penumbra,
indefensiones
y titubeos
a
modo de sudarios
y
edredones,
arropan
la piel
de
la soledad,
un
cielo ennegrecido,
inaccesible
y elitista,
oculta
el reflejo
de
la medrosa mirada
sin
dueño,
una
brisa
de
indolencia
zarandea
el manto
del
silencio,
en
el horizonte
un
impertinente sol
desampara
al feudo
de
la lóbrega
memoria
insolente,
clarea
una
nueva historia
en
el tálamo
de
la que sucumbe.
Alambique de vestigios
Editorial Quadrivium
Fran Picón
El horizonte se divisa en la faz de tus versos.
ResponderEliminarUna preciosidad. Y un placer leerte.
Besos.
¡Gracias, María! El placer es mío, por tu visita y por tus palabras. Un beso grande.
ResponderEliminar